Sindicales

10/3/2025

Rechacemos la sumisión de centrales y sindicatos a Kicillof

Dirigentes sindicales en la apertura de las legislativas bonaerenses.

El palco de dirigentes sindicales respaldando el discurso de Kicillof en la apertura de sesiones legislativas bonaerenses plantea debates fundamentales para la actualidad del movimiento obrero. Allí estuvieron, entre otros, Héctor Daer (CGT y Sanidad), Andrés Rodríguez (Upcn), Abel Furlán (UOM), “Cachorro” Godoy (CTA-A), Hugo Yasky (CTA-T), Roberto Baradel (Suteba) y Oscar de Isasi (ATE). También fueron de la partida Héctor Amichetti (Gráficos) y Agustín Lecchi (Sipreba). Esto sucedió días después de las firmas por el “Movimiento Derecho al Futuro”, que ubicó detrás de Kicillof a decenas de organizaciones gremiales sin haber consultado a ningún afiliado o afiliada. Los sindicatos y sus dirigentes tienen la obligación de defender a los trabajadores y trabajadoras incondicionalmente, y de organizar la lucha por sus reclamos. Si “la plana completa del sindicalismo provincial le brindó respaldo al gobernador”, como señala Mundo Gremial, no hay posibilidad de que sus empleados de la educación, la salud o las dependencias estatales sean defendidos. En efecto, un auxiliar de escuela percibe ingresos próximos a la indigencia, mientras los dirigentes de ATE posaban sonrientes en el mentado palco. La CTA decía “ni del gobierno ni de los patrones” y pasó a integrarse al gobierno que es nuestro patrón.

Es muy significativo que en simultáneo al discurso de Kicillof se produjera una huelga docente por reclamos elementales hacia el gobernador, y a pesar de la burocracia que quiso impedirla. Así, se ilustró crudamente adónde conduce este entrelazamiento con el gobierno, que tuvo su momento más patético con la felicitación del fascista Adorni a la administración bonaerense por el ataque a la huelga docente. El sindicalista devenido en ministro de Trabajo, Walter Correa, no ofició de “trinchera ganada en el Estado” como reza el buzón que algunos quieren vender, sino, por el contrario, como el agente de las sanciones y descuentos a docentes que no llegan a fin de mes. Los argumentos kicillofistas contra el derecho a huelga (“solo vale si es llamada por el gremio firmante de la paritaria”) deberían llamar la atención de los dirigentes de sindicatos que surgieron desde abajo como verdaderas autoconvocatorias contra el monopolio de la burocracia del sector. Tal es el caso de Sipreba o AGTSyP, cuyos secretarios generales adhirieron al Movimiento Derecho al Futuro.

Indudablemente, este devenir político no constituye novedad. En efecto, es un “revival” del proceso constitutivo del Frente de Todos, que como es sabido concluyó en el desastre de Alberto y Cristina Fernández. Por eso, aunque en el caso de los sindicatos cuyos trabajadores dependen del Estado la incompatibilidad es grotesca (la integración al empleador desarticula cualquier capacidad de reclamo), el problema político en debate es de orden general. Gráficos, por caso, es un sindicato de patronales privadas; la gran lucha con ocupación de Morvillo lo puso en el centro de la escena. El secretario general de la FGB, Amichetti, se negó a llevar adelante las propuestas de la asamblea de Morvillo al plenario de delegados del gremio: ni el paro por turnos ni la organización de una movilización, cosa que ocurrirá a partir de un plenario obrero organizado por la Comisión Interna y los trabajadores.

Las burocracias de la CGT y las CTA obstaculizaron oportunamente cualquier canal de lucha contra el gobierno de Macri mediante una rebelión popular, y contribuyeron a que la “salida” fuera electoral (“hay 2019”). Luego, se integraron con puestos de funcionariado al gobierno de Fernández, con resultados catastróficos a la vista, incluido el pavimento colocado para el ascenso del gobierno criminal de Milei y su banda. Ahora, se repite la misma orientación, pero en una situación significativamente más grave que en el pasado, incluida la desorganización y desmoralización que provocan en vastos sectores. Cuando muchos compañeros o compañeras se preguntan honestamente “¿cómo es posible que la CGT y la CTA no convoquen a enfrentar seriamente a este gobierno?”, deberían buscar respuesta en el freno insuperable que implica la sumisión a una política que no es propia de la clase obrera. Quienes son burócratas combinan su alianza con la clase enemiga con los beneficios personales que obtienen. Quienes no lo son, deben romper con esta orientación que anula los principios más básicos por los cuales nuestra clase forjó sus organizaciones.

La Coordinadora Sindical Clasista plantea la completa independencia de los sindicatos respecto de cualquier gobierno o política patronal; la soberanía de las asambleas y en general la democracia sindical; y la organización de un plan de lucha creciente hasta expulsar a Milei y derrotar su ajuste.

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