Políticas

16/6/2021|1624

Editorial

De las luchas obreras y populares a las elecciones

Despedidos de EMA (Edesur) acampan frente al Ministerio de Trabajo/PH Willy Monea

Mientras se escriben estas líneas, bajo un frío intenso, los trabajadores tercerizados despedidos de EMA (Edesur), acampan frente al Ministerio de Trabajo, reclamando una respuesta a su demanda de reincorporación a la empresa. Mientras rige un decreto de prohibición de despidos, las empresas tercerizadas, alimentadas por subsidios y fondos públicos, despiden impunemente. Los funcionarios del ministerio “nacional y popular” de Claudio Moroni ignoran el acampe y dan vía libre a las patronales para despedir.

Lo que ocurre en EMA es una postal de la situación de millones de trabajadores. La desocupación es masiva. Las jubilaciones retrocedieron, de mayo a mayo, un 10% en su poder de compra. Las paritarias firmadas a principio de año siguen por debajo de la inflación: se firmaron en un 30 por ciento de inflación proyectada que el gobierno nunca pensó poder cumplir. Los docentes marchan a la vuelta a la presencialidad educativa con paros y movilizaciones, porque se realiza, aún en un cuadro de pandemia, sin el personal vacunado y con escuelas en ruinas. En parte de ellas ni siquiera hay agua potable.

La jornada de lucha, el viernes 11, del Plenario del Sindicalismo Combativo que copó la Plaza de Mayo, comenzando con un corte del Puente Pueyrredón, movilizaciones docentes y piqueteras, de trabajadoras de casas particulares y de sindicatos combativos denunció fuertemente este ajuste. Puso de relieve la necesidad de un plan de lucha unificado, superando a la burocracia sindical y a la de las organizaciones sociales integradas al gobierno, con un método de frente único para golpear el plan de ajuste. El movimiento piquetero combativo volverá a ganar las calles en los próximos días con un plan de lucha contra la miseria en las barriadas.

Desgaste oficialista

El oficialismo encara el proceso electoral en medio de este cuadro de miseria social en ascenso. La perspectiva del gobierno es llegar al proceso electoral con la vacunación avanzada. Pero no se llega ni a 4 millones de vacunados con dos dosis, sobre 15 millones de jubilados y personas de riesgo. Los países europeos, mucho más avanzados en la vacunación, retrasan las reaperturas por la variante Delta, más contagiosa y riesgosa para los jóvenes. El fin de la pandemia está todavía muy lejos.

El gobierno apuesta también a poner en marcha una cantidad de medidas preelectorales para atenuar el ajuste y mejorar su situación, reabriendo algunas paritarias bajo la presión de los reclamos y tomando medidas reducidas de asistencia social, esta vez, bajo presión de las y los desocupados. Pero serán tardías e insuficientes, en un cuadro de avance masivo de la pobreza y la miseria de arrastre de años. El ajuste es una política de Estado porque es la carta de presentación para defender el buscado acuerdo con el FMI y el Club de París, que la burguesía reclama para rehabilitar el crédito externo que le permita renegociar sus deudas.

El hartazgo de la población del ajuste golpea especialmente en el conurbano bonaerense. El acto cristinista de este lunes, para “cargarse” al hombro la campaña, es una respuesta a esta realidad. Las encuestas muestran una caída del oficialismo. Pero la presencia de Cristina, que no tiene ninguna orientación alternativa al ajuste oficial, agudiza los choques en el oficialismo. El PJ bonaerense y su gobernador “estrella” Kicillof son desafiados por movilizaciones de trabajadores de la salud en el corazón del conurbano; La Matanza, que reclaman por los salarios de miseria y la falta de condiciones de atender la pandemia. O por el Astillero Río Santiago en pie de lucha contra la política de desguace y privatización del gobierno K.

Alberto Fernández agudiza los problemas del oficialismo. Frente al presidente de España expuso una mirada racista en torno de que los argentinos “venimos de los barcos”, que fue ratificada solo 48 horas después cuando la policía de Capitanich asesinó a Josué Lago, otro joven qom víctima de la política represiva que sufren especialmente (pero no solamente) los pueblos originarios, en Chaco.

Desgaste opositor

Este desgaste político afecta también a la oposición macrista, que es corresponsable de la crisis nacional. El derrumbe nacional al que nos llevó el gobierno de Macri pesa sobre sus espaldas. La figura de Macri está cuestionada por su propio espacio: su intento de imponer candidaturas está chocando con la resistencia de Horacio Rodríguez Larreta, preanunciando unas Paso en el PRO que podrían golpear el armado opositor. Pero la variante “pelada” de Macri defiende los mismos intereses sociales. María Eugenia Vidal discute su candidatura con representantes del capital financiero en Nueva York.

La característica de Larreta es una apertura mayor al peronismo de los intendentes y gobernadores, una característica que de todas formas fue propia del macrismo en el poder. Quiere dar señales a las patronales de que sabe que necesita el aval de los gobernadores y la burocracia sindical, verdaderos pilares para hacer pasar los planes de ajuste de este país. De paso, atraer las esquirlas que deje el armado oficialista. Después de todo, el capital financiero no pone en duda la voluntad de ajuste y entrega nacional de los bloques políticos del régimen, sino su capacidad de llevarlo adelante.

Esto está llevando a un choque en la provincia, donde Diego Santilli (representante de Larreta) y Jorge Macri (de Mauricio), con Elisa Carrió terciando, se disputan la candidatura principal, pero también la “amplitud” del espacio, que Jorge Macri se resiste a ampliar. En el mismo sentido, Patricia Bullrich apuntó contra Juan Schiaretti en Córdoba, golpeando a un gobernador aliado históricamente al macrismo. Este ala de Cambiemos se mueve tratando de ocupar el espacio que pretendían los desinflados “liberales” que postularon que el fracaso de Macri fue el resultado de no ir más a fondo en medidas de ajuste. Los choques en Cambiemos son un resultado indirecto del fracaso de su gestión de gobierno.

La izquierda

En estas condiciones es claro que el Frente de Izquierda Unidad tiene una oportunidad. Esto se reflejó, en primer lugar, en la elección de Misiones, en la cual el Partido Obrero alcanzó votaciones de entre el 10 y el 25% en pueblos enteros, y un 3,7% a nivel provincial en una elección con ley de lemas, dominada por el aparato oficial de la Renovación. Ahora, diferentes encuestas auguran un buen resultado en Jujuy, donde las listas del FIT-U enfrentan el régimen radical-peronista de Gerardo Morales y Rubén Rivarola.

La izquierda debe explotar esta oportunidad con un método de frente único y de movilización política junto a las y los activistas que están luchando y enfrentando el ajuste. La fuerza que se está expresando en estas luchas obreras y populares debe ser un gran factor de impulso para la constitución de una alternativa. Para eso, es necesario un congreso del Frente de Izquierda Unidad, que permita volcar a una deliberación programática a las decenas de miles de compañeras y compañeros de todo el país que luchan por el salario, los puestos de trabajo, contra la precarización laboral, por el ambiente o por los reclamos de las mujeres.

Levantar la lucha por un gobierno de los trabajadores, el no pago de la deuda externa, la nacionalización de la banca o el comercio exterior, el salario igual a la canasta familiar o el 82% móvil para las jubilaciones en forma consecuente requiere pugnar por una movilización de sectores crecientes de las y los trabajadores. De esta base programática parte el Frente de Izquierda Unidad. Ha sido plasmada no solamente en los manifiestos y programas de los últimos años sino, además, en una acción común en campañas y luchas en las calles. Un mero armado electoral en base a figuras es impotente, como tal, para vehiculizar esta movilización política.

La propuesta de unas Paso para dirimir candidaturas está en las antípodas de la política que promovemos. Porque por un lado conduce a un debate interno en la izquierda, dispersando esfuerzos de la lucha necesaria contra los candidatos del régimen. En la variante de sectores hostiles al FIT-U, como el grupo de Altamira, constituye una propuesta de liquidarlo, vaciando las Paso de todo contenido de programa común; o sea, reemplazándolo por una compulsa de candidaturas por representar el espacio de la izquierda fuera de una lucha común contra los partidos del régimen. Las Paso, por otro lado, no dejan de ser un método de injerencia del Estado burgués en los partidos políticos, que asume un carácter peculiar cuando se trata de partidos de la clase trabajadora. Por eso, transformar las Paso en una política es liquidacionista, por más que se haya recurrido a ellas como un recurso de última instancia. La línea de disolución del FIT-U que levanta hoy abiertamente el grupo de Altamira fue uno de los pilares políticos de su ruptura con el Partido Obrero.

Un congreso del Frente de Izquierda, para discutir un programa y listas comunes, es la vía para abordar, movilizando miles y miles de compañeros, la crisis del régimen potenciando una salida de la izquierda y los trabajadores.

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