Políticas

17/6/2021

Imperialismo

El apriete del gobierno de Biden a la Argentina

El subsecretario del Tesoro condicionó el apoyo en el FMI a un mayor ajuste y concesiones al capital.

Notablemente, trascendió gracias a un comunicado emitido por el gobierno norteamericano que Martín Guzmán mantuvo una conversación vía Zoom con el subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, Wally Adeyemo. Claro, el funcionario de Biden condicionó el apoyo en las negociaciones con el FMI a la presentación de “un marco sólido de política económica para Argentina que brinde una visión para el crecimiento del empleo en el sector privado”. En criollo, lo hecho hasta ahora no alcanza para satisfacer las exigencias del capital financiero y el imperialismo.

Desde el Ministerio de Economía buscaron invertir el cuadro. En lugar de un apriete, aseguran que se trata de un respaldo al curso adoptado por el gobierno. Es claramente falso. Caso contrario el comunicado del Departamento del Tesoro yanqui no hubiera formulado la frase como un condicional. Lo que el funcionario de Joe Biden transmitió empalma con la exigencia formulada por el Club de París tras la gira europea de Guzmán y Alberto Fernández: debe haber avances concretos en los requisitos fijados por el Fondo Monetario para firmar un nuevo programa, incluso antes de las elecciones.

Lo que el gobierno argentino retruca tiene, con todo, algo de entendible. Finalmente, el déficit fiscal del primer cuatrimestre del año fue la cuarta parte del registrado en el mismo período del último año de mandado de Mauricio Macri. También es cierto que viene cediendo a las presiones del sector privado, como pueden atestiguar especialmente las petroleras que gozan de naftazos y subsidios nominados en dólares, aunque es evidente que ello no genera empleo alguno porque sigue primando la huelga de inversiones. Incluso fue flexibilizado el cepo para permitir a las patronales girar dividendos al exterior. Pero el mensaje de Adeyemo manifiesta que exigen más.

Probablemente el reclamo por la “solidez” de la política económica refiera a la notoria precariedad del esquema actual. Una inflación completamente fuera de control, una corrida latente contenida a fuerza de cepo y operaciones que consumen las reservas que el Banco Central compra aprovechando la liquidación de la cosecha, una bomba de tiempo de deuda remunerada de la entidad monetaria que amenaza con explotar, no son síntomas de una situación duradera para garantizar el repago de la monumental deuda externa del país. Si sumamos que el boom de los precios de la soja comienza a menguar, el cóctel es de todo menos “sólido”.

El apriete del gobierno de Biden refuta la expectativa del Frente de Todos en encontrar en el nuevo mandatario a un imperialismo benévolo o al menos progresista, que facilitara los acuerdos con el capital financiero internacional. También golpea de lleno en la intención de patear hasta después de la contienda electoral la negociación con el FMI, y refuerza la condición formulada por el Club de París para acceder a una postergación del vencimiento de 2.400 millones de dólares: o una misión del organismo multilateral en el marco del artículo IV que monitoree las cuentas de nuestro país, o al menos una carta de intención del Fondo que exprese avances concretos.

Que ni el kirchnerismo ni ningún ala de la coalición oficial haya salido a rechazar esta apretada refleja que la subordinación a las presiones del imperialismo no tiene fisuras. De un plumazo, quedó en evidencia la impostura de las cartas de legisladores y burócratas sindicales para simular soberanía mientras se gatillaban religiosamente los intereses de la deuda, y más aún de la perorata en torno a la querella criminal contra el macrismo por el uso fraudulento del megacrédito para la fuga de capitales. Convalidan así el saqueo del país.

Hasta qué punto llegará la presión del imperialismo y el capital financiero, en una Argentina que se ha convertido en una olla a presión por el fulminante crecimiento del hambre y la pobreza, será una cuestión que habrá que ver en los hechos. Los estallidos populares en América Latina son una advertencia de hacia dónde puede derivar la situación.

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