Políticas

18/2/2022

El salario mínimo, hundido bajo la línea de indigencia

Es de $33.000 cuando la Canasta Básica Alimentaria ya alcanzó los $34.334.

Imagen: Aleteia

En el día de ayer el Indec publicó la actualización de sus estadísticas respecto a la Canasta Básica Total, que define la línea de pobreza, y a la Canasta Básica Alimentaria, que hace lo propio con la línea de indigencia. El instituto ubicó la primera en $78.624, aunque días atrás su Junta Interna de ATE la promedió en $128.800 considerando alquiler, servicios y otros tópicos que el informe oficial no considera. En cuanto a la situación de la canasta de indigencia, cerró en $34.334. Aquello que una familia promedio necesita para satisfacer lo más básico de su alimentación supera al salario mínimo vital y móvil, de $33.000.

En tanto, el salario promedio se ubica en $50.849, menos de la mitad de la línea de pobreza estimada por la Junta Interna de ATE del Indec. Y el promedio de la remuneración para los trabajadores informales, que son casi la mitad de la fuerza laboral del país, se encuentra en $27.301. El derrumbe de las condiciones de vida de la población laboriosa y los sectores populares es total, y esto tenderá únicamente a empeorar en el próximo tiempo en el marco del pacto de ajuste que reclama el Fondo.

La política del gobierno es inequívoca al respecto. Mientras miles de trabajadores desocupados ganaron las calles junto a la Unidad Piquetera este martes 15, el ministro de Desarrollo Social Juan Zabaleta confirmó que no habrá ampliación de los programas sociales en el marco de un enorme ajuste sobre el área, esgrimiendo argumentos para atacar la movilización popular similares a los de la exministra Carolina Stanley.

Con respecto a los salarios se corroboró recientemente que en 2021 volvieron a perder frente a la inflación, que acumuló un 50,7% interanual. Sin embargo, el ministro de Trabajo Claudio Moroni plantó bandera por un techo a las paritarias del 40%, lo que solo seguirá acuciando el derrumbe. Restan definiciones sobre lo que ocurrirá en la próxima reunión del Consejo del Salario, que fue confirmada recientemente por Moroni. Pero hablamos del mismo Consejo que en septiembre pasado celebró entre bombos y platillos que lleguemos a esta altura con un mínimo de $33.000, vastamente liquidado por el aumento de los precios; y lo festejaron como si se tratara de toda una conquista mientras miles de trabajadores reclamaban afuera, en la Plaza de Mayo, que el mínimo vital y móvil se elevara al costo de la canasta básica familiar.

Es necesario ponerle punto final de una vez y por todas a esta pauperización generalizada sobre los trabajadores ocupados y desocupados, cuyo motor sustancial es todo el pacto de ajuste fondomonetarista que se irá agudizando cada vez más. La situación que atraviesan millones de familias en el país no da para más, pero los techos paritarios frente a una inflación desatada, los tarifazos y las subas de alquileres en carpeta y las tendencias hacia una devaluación del peso auguran que la confiscación al bolsillo popular lejos está de terminarse.

Preparemos la lucha en todos los lugares de trabajo para defender el salario: necesitamos una recomposición genuina dada por un aumento del mínimo a $128.000, el pase a planta permanente de todos los trabajadores, un seguro al desocupado y la plena defensa de los convenios colectivos como de cada uno de los derechos laborales.