Tras la votación en la Cámara de Diputados se han sucedido diversas provocaciones por parte de las iglesias, que se oponen férreamente a que las mujeres conquistemos este derecho. Por caso, una reciente campaña de carteles callejeros en toda la Ciudad de Buenos Aires ha buscado manipular con blasfemias y mentiras los motivos por los que sostenemos esta lucha. Los legisladores verdes han sufrido hostigamiento y amenazas. Ello, bajo la complicidad o incluso la intervención directa de organismos estatales –como en el caso de Misiones, donde graves amenazas fueron emitidas desde la propia página oficial de la Secretaría de Culto del gobierno de la provincia. Sucede que los gobernadores que dominan el Senado, tanto del PJ como de Cambiemos, han empoderado hasta niveles inauditos a estos agentes antiderechos.

Pero a su vez, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner es punta de proa en la política de alianza con las Iglesias. Las concesiones y negociaciones con el clero ya se colaron en la media sanción que aprobó Diputados. La incorporación de la objeción de conciencia por ideario institucional sin establecer la obligación de los centros de salud a garantizar la práctica es una suerte de salvoconducto para bloquear en los hechos el cumplimiento de este derecho en el sistema de salud que, tanto el público como privado, se encuentra inficionado por agentes celestes. Los mismo vale para las restricciones a la autonomía progresiva de niñas y adolescentes. La enorme injerencia clerical en el sistema de salud y educación genera un  bloqueo sistemático al cumplimiento de derechos, como ocurre con la educación sexual. Finalmente, la impunidad y protección estatal para los curas abusadores, que se ha perpetuado bajo todos los gobiernos, es el agravio más grande a cualquier pretendida defensa de la vida.

Lo que queda claro es que la batalla por el aborto legal es indisociable de la lucha por la separación de las Iglesias del Estado. La “marea verde” expresa no sólo un reclamo urgente en defensa de la vida y la salud de las mujeres y niñas. Simboliza también la rebeldía contra el sometimiento y tutelaje de la mujer que se predica en nombre de los santos evangelios a los fines de defender y naturalizar un régimen de opresión y explotación social.

El derecho de las mujeres y diversidades está nuevamente en las manos de un puñado de Senadores. Las presiones, maniobras y especulaciones políticas están a la orden del día. En 2018 el voto negativo de la senadora del Frente para la Victoria Silvina García Larraburu fue una ofrenda de Cristina Fernández a las iglesias, que inclinó la balanza a favor de la continuidad de la clandestinidad. Su cambio de voto en esta oportunidad ilustra que lo que define al poder son las especulaciones políticas.

A días del 29 de diciembre, la realidad es que aún no están los votos necesarios para que la ley de aborto se apruebe. Lograrlo dependerá  de la movilización y la presión que logremos ejercer en las calles el movimiento de mujeres.

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