Políticas

6/2/2025

Editorial

Esto recién empieza

Hay que llevar la rebelión a los lugares de trabajo y estudio, colocando a los sindicatos y centro de estudiantes en estado de asamblea,

Una parte de la multitud que marchó a Plaza de Mayo el pasado 1F.

La movilización antifascista del sábado pasado tuvo el mérito indudable de cortar un reflujo de las luchas que venía al menos desde la aprobación de la ley Bases o de la segunda movilización universitaria. La masividad que logró y su extensión nacional permitió reunir una verdadera multitud, que varios estiman cercana al millón de personas.

A diferencia de las primeras movilizaciones contra el gobierno, esta se caracterizó por tener un carácter estrictamente político. Es más, estableció una caracterización definida de la fuerza política que gobierna el Estado. La tildó de fascista. En las redes sociales y en sus programas en los medios tradicionales los periodistas ensobrados saltaron como leche hervida contra lo que consideraron un error teórico e histórico. Algunos se creyeron que hacían un aporte cuando decían lo obvio: que si en Argentina ya hubiese un régimen fascista la marcha no se hubiese realizado o al menos no con autorización oficial. Ni se les pasó por la cabeza, sin embargo, que el mérito de la marcha radicaba justamente en la capacidad de anticiparse a los hechos. La peculiaridad que caracteriza la situación es que la banda de fachos que detenta el núcleo central del gobierno quiere avanzar en establecer un régimen lo más parecido a su programa. Las posibilidades y los límites para lograrlo no están dictados de antemano; dependen de la lucha. Así vistas las cosas, la movilización antifascista del sábado fue un golpe a que los fachos puedan avanzar con su programa. ¿O quieren esperar a luchar contra todos los componentes fascistas de esta ultraderecha cuando haya logrado imponerlos?

Como toda irrupción popular genuina, la movilización sirvió para poner a prueba los programas de todas las fuerzas políticas. Para un arco patronal importante, que incluso participó de la movilización, esta se limitó a expresar la defensa de las demandas y los reclamos de los colectivos disidentes. Es la música que tocó Cristina Fernández de Kirchner. En un extremo de esta posición se colocó Guillermo Moreno, que paralelizó la marcha con un acto en Parque Lezama. En su discurso caracterizó a la movilización como expresión de una agenda de minorías de la que el peronismo debe desmarcarse, a riesgo de caer en posiciones marginales funcionales a Milei. La conclusión de Moreno lo pinta de cuerpo entero. No solo porque le quitó a la marcha el alcance general que le dieron sus convocantes (¡luchar contra el fascismo!) sino que tampoco pudo rescatar el método de la movilización popular. Desde hace meses Moreno planteó la consigna de juicio político ante el temor de que la lucha contra Milei tome un carácter callejero que salga del control de las fuerzas políticas del régimen. “Cuando las masas salen a la calle sucede como la pasta dental, no puede regresar más al pomo” le dijo a un periodista de C5N. El temor del exinterventor del Indec se habrá incrementado cuando se enteró que una de las consignas más coreadas en la marcha fue “fuera Milei”.

El discurso de Moreno sirvió como insumo para el propio gobierno. Aunque con sus idas y venidas inevitables, los voceros y funcionarios trataron de limitar el alcance de la marcha a la expresión de una agenda de minorías con una participación oportunista de la oposición. En los días posteriores a la demostración callejera el presidente en persona repitió lo dicho en Davos, acusando de pedófilos incluso a quienes defienden la llamada “ideología de género”. Aunque con más dudas, anunciaron que seguirían adelante con la eliminación de la figura de “femicidio” del Código Penal por considerarla que les da privilegios a las víctimas, un hallazgo argumentativo sorprendente para un gobierno opuesto al garantismo judicial y que hizo campaña con “el que las hace las paga”.

La ofensiva contra los trabajadores y las contradicciones de fondo de la política económica

La insistencia del gobierno en propagar nuevos ataques contra la diversidad sexual y los derechos de las mujeres está dictada por su decisión de avanzar en un régimen de ofensiva contra los trabajadores. Más consciente que aquellos que quieren establecer compartimentos estancos entre los derechos de las llamadas minorías con las aspiraciones populares generales, la banda de Milei tiene una comprensión de conjunto más realista. Por eso luego de la movilización masiva no solo repitió su orientación homofóbica y discriminadora, sino que también anunció el cierre de unas 60 dependencias del Estado, con los despidos correspondientes. A la vez, sigue empeñado en imponer nuevas paritarias a la baja, que la dirección peronista de UPCN se encargó de validar firmando aumentos irrisorios del 1,5% y del 1%, es decir la mitad de la inflación mensual actual. Todo esto mientras avanzan los despidos y las suspensiones en el Estado y en el sector privado junto con la presión patronal por imponer cláusulas de flexibilidad laboral que implican una revisión a la baja de los convenios colectivos de trabajo.

El techo del 1% en las paritarias, pieza clave del nuevo programa que negocia el gobierno con el FMI
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La ofensiva contra los trabajadores y los sectores populares no solo está en el ADN del gobierno liberfacho. Bien visto, es el punto clave que tiene para ofrecer a la clase capitalista en momentos en que su política económica expone inconsistencias manifiestas en el plano nacional e internacional. La guerra comercial desatada por Trump ha creado una valorización del dólar y anticipa un aumento de la tasa de interés de los Estados Unidos que contradice la política de peso sobrevaluado del gobierno que prometía dolarizar y mandar al tacho de basura a la moneda nacional definida como un mero excremento.

A la crisis industrial previsible que generaría esta orientación económica se le sumó una crisis agraria, si se quiere, de proporciones mayores. La quiebra de varios grupos de la cadena agroindustrial como Grobo, Sancor y Surcos, lejos de un hecho aislado, es la expresión más aguda de las contradicciones de fondo de la política económica oficial. La rebaja de retenciones a las exportaciones agrarias, por lo pronto, ha sido un fracaso rotundo. El capital agrario no se ha volcado a liquidar la cosecha para dotar al BCRA de los dólares que necesita desesperadamente para revertir sus reservas netas negativas. Más sabios, han decidido esperar una devaluación que prevén inevitable. Para convencerlos Juan Pazo, jefe del Arca (Agencia de Recaudación y Control Aduanero, ex Afip), sin vueltas, les propuso hacer carry trade. Si lo hicieran agregarían combustible en la bomba, al final de la mecha de la bicicleta financiera.

El gobierno resiste esta presión devaluacionista, que desataría un alza de la inflación en los meses previos a las elecciones. La compensación que le ofrece a los capitalistas, reduciendo algunos impuestos propios y presionando a las provincias para que eliminen o bajen Ingresos Brutos, solo puede llevarse adelante con nuevos ataques a los trabajadores, a la salud, la educación y la universidad. Busca también que el FMI financie esta aventura, con el gancho de que un triunfo electoral de Milei fortalecería a la derecha en la región y sería un punto a favor de Trump. Está por verse si el Fondo decide avanzar en un apoyo de este tipo cuando la ofensiva trumpista está generando choques durísimos entre los Estados imperialistas que manejan el FMI. En cualquier caso, un préstamo de 10.000 millones e incluso de 15.000 millones estaría muy lejos de los 45.000 millones que le dieron a Caputo bajo el gobierno de Macri y todos sabemos cómo terminó.

Las tareas que deja planteado el 1F

La constatación de estas contradicciones tiene el valor metodológico de poner de manifiesto las bases endebles del gobierno libertario y su experiencia fascistizante. La posibilidad de propinarle una derrota e incluso de poner fin anticipadamente a su gobierno estarán dictadas más por el factor subjetivo que por el objetivo. Habrá que ver si la movilización del 1 de febrero inicia un ciclo ascendente de luchas o si queda encapsulada a una expresión aislada. La oposición patronal hará lo posible para evitar una generalización de la lucha. La votación de gobernadores claves del kirchnerismo a favor de la suspensión de las Paso propuesta por Milei así lo anticipa. Darle un triunfo parlamentario luego de la derrota callejera equivale a una línea de rescate del gobierno.

La gran tarea de las próximas semanas es explotar a fondo la tendencia que se abrió con la movilización del 1 de febrero. Las jornadas del 8 de marzo y del 24 de marzo serán plataformas para nuevas demostraciones callejeras de masas. La multitud que en todo el país salió a la calle para rechazar y derrotar al huevo de la serpiente del fascismo está compuesta esencialmente por trabajadores y trabajadoras y por la juventud. Solo que la defección de los sindicatos y ni que hablar de la CGT no le dio una expresión de clase definida. Hay que trabajar activamente para superar esa limitación llevando esa rebelión a los lugares de trabajo y estudio, colocando a los sindicatos y centro de estudiantes en estado de asamblea, enfrentando los despidos, las suspensiones, las rebajas salariales, los ataques a los convenios colectivos y los ajustes contra la salud y la educación. El parazo en las cinco plantas del monopolio internacional Linde Praxair contra el despido de activistas es un botón de muestra de la disposición obrera a pelear, al igual que las autoconvocatorias de lucha en el Ministerio de Salud. La vuelta de las clases planteará la posibilidad de una nueva ola verde, que deberá cobrar la dimensión de un tsunami, para defender el dictado de la educación sexual integral y evitar un avance contra el aborto legal. Y relanzar con todo la lucha universitaria, defendiendo el salario, el presupuesto y rechazando el arancelamiento a los estudiantes extranjeros, que luego será extendido a los nacidos en nuestro país.

La convocatoria a un Congreso del FIT-U -que estamos proponiendo- servirá para mostrar a los ojos de los trabajadores que la izquierda está dispuesta a organizar la lucha en todos los terrenos contra la patronales, contra sus partidos, contra la burocracia sindical. Y que es una izquierda que actúa en función de sus objetivos estratégicos: terminar con el gobierno de Milei y de los gobernadores del ajuste y abrir el camino a un gobierno de los trabajadores.

Contra todo escepticismo, esto recién empieza. 

¿Cómo pueden decir que los nazis eran comunistas?
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