Políticas

30/6/2021|1625

Salarios, inflación y paritarias: la lucha empieza de nuevo

Las mentiras del gobierno, el pataleo patronal y el rol de la burocracia sindical.

Se suceden los titulares diciendo “nuevas paritarias al 40/45%” y Alberto Fernández en la Bancaria, al cerrar el adelanto de la cláusula de revisión de ese gremio dijo otra vez “los salarios le ganarán a la inflación”. Una cantinela que repiten los funcionarios como loros a ver si los trabajadores se la creen. Se hizo bandera también el aumento del 40% al personal legislativo acordado por Cristina y Massa con el gremio como “la ruptura de la pauta Guzmán”, que el ministro exhibió ante los empresarios y aún frente al FMI como la “responsabilidad mostrada por los sindicatos”, cuando los empresarios no retribuyen con la misma conducta en los precios.

Las patronales, a su vez, han puesto el grito en el cielo frente a las actualizaciones y las nuevas paritarias. Mario Grinman, presidente de la Cámara de Comercio dijo “en abril nos fijaron una pauta del 29%, firmamos en el 32%… no tenemos previsibilidad” (El Cronista, 29/6). Por el lado de la burocracia sindical son más cautos -y vivos- de cara a la enorme bronca por la inflación, pero son los que le firman los convenios a las patronales y al Estado en los cuales las cuotas no paran de deteriorar el salario real. Dicho de otro modo, no paran de reducir el poder adquisitivo de los salarios, jubilaciones y planes sociales.

¿Cuánto hay de cierto en las afirmaciones oficiales, en las quejas patronales y en los aumentos que firma la burocracia sindical?

Ante todo señalemos que los salarios vienen perdiendo frente a la inflación hace cuatro años. En 2020 perdieron 5% promedio frente a la inflación del 36,1%. Entre marzo 2020 y marzo 2021, los salarios privados perdieron 7,8% y los estatales 7,6%. Pero los precios de los alimentos en ese período aumentaron 48%, con lo cual la pérdida en los salarios bajos es mucho mayor porque se destinan prioritariamente a alimentarse. Tengamos en cuenta que lo único medido son los salarios formales, los informales (40% de los trabajadores) están mucho peor que esto.

Ahora bien, con la inflación del 25% aproximado en el primer semestre del año, la proyección de 2021 se acerca al 50%. Algo que ya se vio en el punta-punta de mayo con respecto a un año atrás donde fue 48,8%. Tenemos que examinar si responden a esta realidad las escalas firmadas por la burocracia sindical.

Bancarios, la gran paritaria testigo del poderoso gremio con la patronal con más ganancias firmó por el 41% en cuotas hasta fin de año, porque otros dos puntos fueron en compensación por la pérdida del año pasado. En consecuencia, el sindicato del ultrakirchnerista Sergio Palazzo, de la Corriente Federal, ha vuelto a moverse en una pauta de depresión salarial de acuerdo con las proyecciones para 2021. Por supuesto no hubo mandato alguno de las bases para eso. Sólo el caramelo del importe por única vez de 100.000 pesos en el día del bancario, que luce alto pero es un importe por única vez que aceita la firma a la baja.

En Camioneros, Moyano se jacta de haber firmado un aumento del 45%. Pero en primer lugar no es acumulativo, sus cuotas son sobre el salario básico final de la paritaria anterior. Por otro lado, con tres tramos de un 20% en julio, 12,5% en noviembre y 12,5% en febrero de 2021. No hagamos trampa, la última cuota se cobra en 2022 y tenemos que ver en qué condiciones afronta el gremio la fuerte inflación mensual que no espera cuotas sino que va golpeando el salario mes a mes. La Alimentación y Comercio rondan el 40%. Como hemos denunciado en estas páginas, las compañeras trabajadoras de casas particulares (que no tienen paritarias sino una Comisión Nacional manejada por el Estado) tuvieron un 42% en cuotas, pero la última de ellas el año que viene. Tuvieron aumentos previos en febrero y abril, pero sus salarios no alcanzan en ningún tramo a la línea de indigencia porque la primera cuota del 13% en junio alcanza a 25.525 pesos.

Solo pusimos algunos ejemplos de la paritarias privadas; en el Estado, en la docencia y la docencia universitaria oscilan en el 35% y afrontan la lucha más difícil porque tienen que quebrar al ajuste Guzmán, del cual se jacta el ministro ante los acreedores internacionales, las patronales argentinas y sobre todo ante el FMI. La clave de su ajuste fiscal son los salarios y jubilaciones. Estas últimas llevan perdidos 5 puntos en el primer semestre, que se suma al deterioro aún mayor, según las escalas, en 2020.

Resumiendo, la mitad de la clase obrera argentina gana menos de 52.000 pesos cuando la canasta básica que define la línea de pobreza supera en mayo, según el Indec, los 60.000 pesos. Ni hablar del salario mínimo y los planes sociales. Una consultora, Focus Market, estableció que un obrero de los peor pagos en la Argentina necesita para comprar un jean más de diez días de trabajo. En las provincias del norte esto es completamente generalizado.

Las luchas obreras que patearon este tablero

En todos los casos señalados, la burocracia sindical firmó sin mover un solo trabajador, sin una hora de paro ni movilización alguna o en algún caso con un amague. Esta política fue quebrada por la gran huelga neuquina autoconvocada de la salud contra la paritaria de ATE provincial (14%) arrancando un 53%. También por la huelga desde los delegados de base del gremio vitivínicola que arrancó un 57% en cuotas remunerativas y no remunerativas más un bono. En esta saga se anotan luchas del momento de la salud autoconvocada de La Matanza, de los municipales de Carmen de Patagones, o del Hospital Garrahan, entre otras muchas de salud.

Como hemos señalado en estas páginas, el Sutna arrancó en su revisión de marzo el único verdadero concepto de salarios por delante de la inflación mediante una cláusula de incremento de un 5% por encima de los índices inflacionarios. En principio un 54% que puede alterarse según el índice de junio. Este ejemplo marca un camino, explotar el momento de tensión productiva con la fuerza de la unidad movilizadora del gremio. Se trata de cuatro años de lenta pero segura recuperación de un salario que la conducción de Pedro Wasiejko, ex adjunto de la CTA Yasky, entregó sistemáticamente junto a condiciones laborales. Con este antecedente el Sutna prepara la nueva paritaria.

En las antípodas está la política de la Sanidad de Héctor Daer o en otro tipo de actividad regulada como en la UTA. Son gremios que cuando hacen alguna medida -para arrancar una conciliación, no más que eso-, lo hacen en función del aumento reclamado por las patronales, como ocurre en este momento con el paro de la Sanidad que respalda el aumento en las prepagas, algo de impacto no solo en la clase media sino también en las obras sociales. Lo mismo en UTA con las tarifas, por eso se produjeron los combativos piquetes autoconvocados por 100 mil pesos de bolsillo “sin aumento de tarifas”. Esto requiere reclamar apertura de los libros de las prepagas, de los transportistas, de la compañías energéticas, junto al reclamo de aumento salarial.

Por el lado del ATE de Hugo Godoy, ha pedido reapertura, lo mínimo que podía hacer cuando el propio gobierno ha decidido echar lastre, o sea peso excesivo, en un barco inflacionario superior al año pasado, desmintiendo las “metas” del Presupuesto. Pero se ha entrevistado con el Presidente en estos días y su planteo tras “respaldar al gobierno” fue “un ingreso ciudadano, o sea un salario de flotación en la pobreza para toda la clase obrera. Viejo planteo degennarista que derivó en la AUH (Asignación Universal por Hijo), es decir políticas de asistencia para hacer pasar la desocupación masiva, la precarización, el trabajo en negro y la caída brutal de los salarios. Una política impulsada desde hace décadas por el Banco Mundial.

 

Miremos noviembre y sus consecuencias poselectorales, elijamos paritarios con mandato de asamblea

Hemos recorrido algunos ejemplos de las grandes luchas salariales, todas sin excepción contra las distintas alas de la burocracia sindical, cuyo eje no es la recuperación del salario sino el apoyo al gobierno del ajuste fondomonetarista.

El punto de debate es de qué salarios hablamos. Si no establecemos una verdadera canasta familiar hoy en los 100.000 pesos reclamados por UTA, o los 95.000 arrancados por la huelga de 23 días de Aceiteros en diciembre y un Mínimo de 65.000, no hay posibilidad de un programa, digamos, estratégico en el movimiento obrero. La inflación no es un virus, es una política consciente de la clase capitalista y su Estado, sea administrado por el macrismo o por el kirchnerismo, para descargar una crisis sobre los trabajadores. Las patronales embolsan los precios, el Estado la recaudación, los trabajadores las penas de la pauperización.

La apuesta ortodoxa de Guzmán fue que la recesión, agravada por la pandemia, deprimiera los precios, algo que ocurrió en mínima medida en 2020 y ahora ni siquiera eso. Hoy además tenemos una inflación reprimida porque ante las elecciones, el gobierno está retrasando el dólar oficial para contener los precios, postergó aumentos de tarifas que llegarán inexorablemente porque los subsidios estatales a las privatizadas han crecido geométricamente. Esto tiene un carácter explosivo en noviembre, tras las elecciones, donde vendrá también la recta final de la entrega al FMI y su ofensiva contra las masas. Al igual que la caída final de los invisibles “precios máximos” o “cercanos” o como se llamen.

La completa desorganización económica, con fuerte recesión general y otras ramas con actividad pero en la cornisa de la pandemia, requiere una acción de conjunto del movimiento obrero para derrotar una política de conjunto. La tendencia en América Latina. Algo que no vendrá de la burocracia sindical autora del famoso pacto UIA-CGT de la pandemia. Esa reacción tendrá que madurar en las luchas del sindicalismo combativo, de las autoconvocatorias, siguiendo el camino de la más dinámica de las luchas, la del movimiento piquetero que movilizó 120 mil personas el 18 de junio.

La política de que el salario le gane a la inflación es una mentira oficial y solo podrá venir de la lucha de los trabajadores. Los paritarios electos con mandato de asambleas estarán en el orden del día, las luchas fabriles, el accionar de los sindicatos combativos de base de la docencia (Sutebas, AGD, Ademys, etc.) la batalla frente al Consejo del Salario Mínimo que adelantaría su deliberación a julio o agosto, el accionar referencial del Plenario del Sindicalismo Combativo junto a todo tipo de luchas. Y la campaña política del Partido Obrero en el FIT-U colaborará con este programa haciéndolo parte de la salida política de los trabajadores.