Políticas

2/9/2021

EDITORIAL

Un problema de Fondo

El interés en el pago de la deuda excluye los problemas de los trabajadores y ataca, por definición, a la clase obrera. Un pronunciamiento contra estas políticas a través del voto al FIT-U toma cada vez mayor importancia. 

El Fondo Monetario Internacional (FMI) no vota, pero desde el poder político esa afirmación se disimula con mucha eficacia. Si bien el peronismo no se priva de ciertos artilugios para ganar votos, los oídos del capital financiero y del FMI fueron los más endulzados en la última semana, cuando restan diez días para los comicios. Pensar que esto es un error sería caer en una ingenuidad.

El acuerdo con el Fondo implica priorizar una agenda determinada: lo que va a los bolsillos de la City son recursos que no son utilizados para atacar la pobreza o para desarrollar el país. Pero, por sobre todas las cosas, las exigencias de los organismos multilaterales de crédito implican ataques a las condiciones de vida de las masas, que ya empezaron, pero que están muy lejos de terminar. Piden el voto de todos, pero gobiernan para una clase social.

Al Fondo, a la derecha

Si el gobierno nacional y el FMI están o no cerca de anunciar un acuerdo es difícil saberlo. Alberto Fernández lo desmintió. Pero en los últimos días un sector del oficialismo (cercano a Massa) lo hizo trascender (elDiarioAr, 29/8). El guiño al Fondo tuvo el beneplácito del sacrosanto mercado financiero, lo que implicó el aumento del Merval en la Bolsa Internacional. Es la línea que lleva a utilizar los Derechos Especiales de Giro para pagar deuda por 4.225 millones de dólares de acá al 22 de diciembre, o la hoja de ruta que esta semana siguió Kicillof para “reestructurar” y hacer un canje de deuda cuya adhesión del 98% significa el festejo de los fondos buitres.

El acuerdo general no está sellado y el gobierno discute consigo mismo si le conviene acelerarlo para anunciarlo entre las Paso y las generales o si lo hace cerca de fin de año. Pero el plan es más que un borrador. El Presupuesto 2022 que Martín Guzmán tiene que presentar este mes en el Congreso prepara aumentos de tarifas “segmentados”. Las expectativas de ese plan económico llevaron a un aumento, el lunes pasado, de 21% de las acciones de Edenor en dólares en Wall Street.

¿Qué exige el Fondo que hoy el gobierno busca mostrar como aliado? En primer lugar, el “sendero fiscal” (Cenital, 31/8). El gobierno tiene que avanzar en un camino hacia el “déficit cero” hasta el 2025 y se muestra sin tapujos en esa orientación: en el período enero-julio 2021, el déficit primario fue del 0,7% del PBI. Además, el organismo pide modificaciones impositivas que sirvan para fomentar la inversión, lo que en castellano quiere decir beneficios para los capitalistas, que en la Rosada ya tienen agendadas para la industria agropecuaria, el sector automotriz y las petroleras (elDiarioAr, 29/8).

La reforma laboral es otro de los puntos del menú de Kristalina Georgieva. En esa materia nadie le puede negar rigurosidad al oficialismo: la mayoría de los puestos de trabajo que el gobierno dice haber recuperado con la reactivación de la apertura económica fueron en el monotributo. Según un informe de la agencia Economics de Ricardo Delgado, en los primeros seis meses del año, los salarios informales cayeron el 9,3%. El avance de la precarización laboral de la última década, que se profundizará con el acuerdo con el Fondo, genera crisis en una base al interior de la coalición gobernante. Por eso Grabois y el Frente Patria Grande intentaron poner en agenda el “Salario Básico Universal”. El mismo no sólo evidencia que no hay un plan para combatir el hambre y la pobreza, sino que viene de la mano de la “contraprestación laboral”, tan aclamada por los medios de comunicación. Más trabajo precario, más subsidio empresarial. Sin embargo, tanto es el ajuste por venir que Guzmán todavía no garantizó que la iniciativa pueda salir adelante, porque podría trastocar el balance “ingresos-egresos”.

Las políticas del capital financiero, implementadas y por implementar, son generadoras e irrumpen en una sociedad en la que semana a semana florecen los índices negativos. Un informe de la consultora Analytica, que circuló en las últimas horas, indica que con un salario promedio se puede comprar 86,8 kilos menos de asado que en las Paso 2019. Con los mismos ingresos se consigue menos yerba (42,4%) y menos leche (18,4%). Si se hace un análisis similar pero con el 2017, un alquiler en aquel momento equivalía al 58% de un salario promedio mientras que hoy esa cifra subió a 81%. El gobierno no tiene en cuenta, como si esto fuera poco, un posible rebrote con la variante Delta tocando la puerta.

Los otros son todos la misma cosa

No es desatinado entonces, en semejante cuadro económico, que prime el debate sobre el descontento de la población. El voto en blanco y la baja en la participación que muestran en promedio los comicios ya realizados llega a un porcentaje cercano al 13%. El más emblemático fue el de Salta (12%), pero el ausentismo en la elección del domingo pasado en Corrientes (11%) se inscribe en la misma línea. Esto también alerta sobre un debate necesario: el faltazo a votar o el voto en blanco no es una herramienta de lucha. El que quiere mostrar rechazo mantiene la “bronca” para consigo, mientras que los dueños del poder se quedan, precisamente, con el poder. Para rechazar a los partidos tradicionales hay que tomar una posición activa.

Esa “bronca”, igualmente, también se manifiesta en la lucha: solamente por tomar un caso, la docencia salteña se planta hace más de un mes en una huelga contra las paritarias a la baja.

El descontento encuentra bases firmes, lógicamente, en el gobierno nacional. La magra elección correntina del peronismo es una muestra. Incluso algunas encuestas lo colocan en una disputa muy reñida en la Provincia de Buenos Aires, madre de todas las batallas. No es casual que el gobierno salga a instalar con sus voceros temas como el goce sexual o incluso hacer tema de debate conocidas series de dibujos animados. Sí es incoherente: no le da tanta importancia, por ejemplo, a que haya Educación Sexual Laica y Científica en todo el país con presupuesto. El peronismo tiene, como ocurre en La Matanza, al entramado de Aciera (iglesias evangélicas) dentro del gobierno. Gokú es para la tribuna.

Pero esa bronca también incluye a los sectores mayoritarios de la oposición. Ni la candidatura de Vidal ni la de Santilli despuntan, al menos no por ahora, a tal punto que en la Ciudad no ven con malos ojos un buen lugar en la lista para el exministro de Economía de De La Rúa, Ricardo López Murphy, y así evitar una merma de votos por derecha. El conjunto de los partidos patronales opositores, dicho sea de paso, dan sobradas muestras de coincidencia con el capital financiero. Tanto Espert como Milei se pronunciaron, en entrevistas periodísticas, a favor del arreglo con el FMI. Randazzo planteó una reforma laboral en regla en la que se “elimine la indemnización”. El debate reciente sobre quién endeudó más al país implicó, paradójicamente, una muestra interesante: los que hoy están en la Rosada le recriminaron a los macristas el préstamo de 44.000 millones de dólares del FMI, mientras que los dirigentes de Juntos respondieron que Alberto Fernández aumentó la deuda en 30.000 millones de dólares en un año y medio, es decir, con un ritmo mayor al de la gestión anterior. Ambos tienen razón. Ambos fracasaron.

A ese sector es el que Sergio Massa llamó, en el marco del Council Of Americas del imperialismo estadounidense, a un acuerdo sobre “diez puntos”, que van desde una reforma de privatización educativa hasta la profundización del trabajo precario. Un libreto con el guión del FMI, que marca que algunas boletas van separadas en un cuarto oscuro pero juntas en sus ganas de ajustar. Un problema de Fondo (Monetario). Como dice el jingle que tocaron Hernán “Cabra” de Vega y Germán “Pecho” Anzoategui el domingo pasado en Parque Centenario: “Por eso yo voto al Frente de Izquierda, los otros son todos la misma cosa”.

Disculpe, ¿fuego tiene?

La pelea por el voto al FIT-U es, en esta recta final, crucial. Es un pronunciamiento contra la agenda de ajuste que el gobierno impone y que oficialistas y opositores se proponen profundizar. Es, por sobre todas las cosas, un voto contra el régimen de los que gobernaron los últimos años y de quienes lo quieren hacer llevando las políticas fondomonetaristas.

Ese punto invita a una interesante reflexión: si una persona se empobreció y su nivel de vida se deterioró profundamente mientras en Olivos hacían fiestas clandestinas y en las oficinas ministeriales había vacunatorios VIP, ¿por qué votarlos a ellos?. Si endeudaron al país y arreglan con el Fondo mientras en la Argentina hay casi 50% de pobreza, ¿por qué votarlos a ellos?. La lista podría continuar.

El voto al Frente de Izquierda adquiere otra distinción: es el pronunciamiento de las luchas. Solamente para tomar un ejemplo. Si defendés el ambiente, ¿vas a votar a los candidatos que promueve Juan Cabandié, que plantea “contaminar para pagar deuda”? ¿O a los de Larreta, que privatiza cuanto espacio verde encuentra en la Ciudad? ¿O a Milei, que directamente niega el cambio climático?. Cada lucha en las calles tiene que poder llevarse a las urnas.

La boleta del FIT-U es la que representa también la pelea contra el hambre, por trabajo genuino y por Tierra y Vivienda, como demuestran la masiva movilización de cada vez más compañeros y compañeras del Polo Obrero que se están sumando en todo el país a la campaña. Es un voto, también, por un programa de los trabajadores, que defiende el salario igual a la canasta familiar (hoy alrededor de los 100 mil pesos), la prohibición de los despidos, el reparto de las horas de trabajo, el no pago de la deuda externa. Por eso es el voto que le duele a los dueños del poder.

En cada afiche pegado, en cada volante repartido, en cada voto ganado, en cada fiscal convencido, se juega una pelea decisiva contra los candidatos del régimen. Por eso también es fundamental concentrar el voto en las listas de Unidad de la Izquierda, para golpear con un solo puño. Como dice el spot de “Los Emuladores”, que salió en los últimos días, los candidatos no son todos iguales. Llevar esta conclusión no es, por cierto, ningún simulacro. Pero ese operativo y ese desafío están en marcha.