Los precios mayoristas aumentaron en julio un 7,1%. Así se desprende del Índice de Precios Internos al por Mayor (Ipim) del Indec, que da cuenta de que los costes de los ítems considerados “básicos” escalaron también hasta un 6,7%. Se corrobora que lejos de las promesas del gobierno de una “estabilización”, la estampida inflacionaria se seguirá acelerando en los próximos meses, cuando julio marcó el récord del año, ya que los costos de abastecimiento a los supermercados y los comercios serán trasladados al bolsillo de los trabajadores.

El gobierno que mucho habla sobre los “formadores de precios” aparece como el primero de todos ellos, cuando por los mismos momentos en que el Indec da cuenta de esta aceleración inflacionaria, avanzan los tarifazos a la energía que encarecen los costos de producción, y con ello, claro, los precios finales al consumidor, porque quienes pagan los efectos del encarecimiento son siempre los trabajadores.

La única carta que el gobierno puede jugar para simular algún tipo de preocupación por el bolsillo popular es la reedición de Precios Cuidados, que se reinventa una y otra vez enteramente como farsa mucho más que como tragedia. Si ya su incapacidad de contener la inflación quedó expuesta con el permanente aumento de precios, o las maniobras impunes de las empresas de toda la cadena de valor para burlarlo, los ítems abarcados en este programa son cada vez menos, y tienen la autorización del ejecutivo nacional para tener subas del 3,3% en julio, 3,2% en agosto y 2,5% en septiembre.

No obstante, las maniobras de las alimenticias para desabastecer las góndolas de estos productos siguen a la orden del día. Tal es el caso de los lácteos, y cuando ya son solo 120 los que entran en Precios Cuidados. El secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini, todo lo que hizo al respecto fue convocar a los empresarios del sector a una reunión en la que les pidió gentilmente que dejen de retacear el stock en los comercios.

El miserable aumento del salario mínimo que prepara el gobierno, supeditado al cepo presupuestario (y redondeando una pérdida de otro 20%); o la nueva confiscación a las jubilaciones que no puede ser maquillada por tres bonos no acumulativos, terminan por corroborar que el principal responsable de la inflación es también el promotor de que la carestía golpee a los laburantes.

Necesitamos salarios y jubilaciones dignas, trabajo genuino y la recomposición del bolsillo popular para garantizar que nadie quede debajo de la línea de pobreza, que ya superó los $111.000. Queda claro que esta demanda no será suplida por el gobierno ni por la oposición derechista, corresponsable de una caída en picada que data desde hace décadas. Tenemos que arrancarle el paro nacional y un plan de lucha a las centrales obreras integradas a las directivas de la Casa Rosada y todos sus ministerios. Discutamos en todos los lugares de trabajo cómo poner en pie esta campaña.

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