Sociedad

11/11/2022

¿Quiénes pagan las consecuencias de los negocios millonarios del mundial?

Protesta en Brasil, 2014.

Los miles de millones de dólares que se gastan en la organización de la Copa del Mundo y los gigantescos e interminables negocios que se montan a su alrededor van de la mano de vejaciones y privaciones para los trabajadores de los países que ofician como sedes. Esto último, en varias oportunidades, ha sido el detonante de protestas contra el mundial y antigubernamentales.

Qatar

El mundial de Qatar sería, de acuerdo a diversos expertos e informes, el más caro de la historia, superando a Brasil 2014 y a Rusia 2018, los cuales han costado no menos de 15.000 millones de dólares. La consultora norteamericana Front Office Sports ha estimado en 200.000 millones el costo del mundial en el pequeño emirato del Golfo Pérsico, mientras que un funcionario del organismo encargado de organizar el torneo indicó que el gasto incluso podría superar esa cifra (DW, 10/11).

De este negoción se beneficiarán grandes grupos económicos. Entre las empresas constructoras que obtuvieron contratos en Qatar se encuentran las francesas Vinci y Bouygues, la italiana Webuild, la belga Bexis y la austríaca Porr. También se han metido en esto empresas indias, chinas y surcoreanas, cuyos negocios han sido apalancados por créditos de bancos españoles, alemanes, británicos y franceses (El Salto, 11/11). Los beneficios del rubro hotelero, por su parte, serán usufructuados por empresas como Hilton y Radisson (Estados Unidos), Accor (Francia) e Intercontinental Hotels Group (Reino Unido).

Mientras estos sectores se han visto beneficiados, más de seis mil trabajadores provenientes de países como Sri Lanka, Kenia o Filipinas han muerto durante la construcción de los estadios en condiciones de  semi-esclavitud.

La monarquía catarí no solo es promotora de la superexplotación capitalista (de la que además se beneficia ella misma), sino también de la homofobia y de la violencia contra las mujeres, para lo que utiliza los métodos represivos más despóticos. Este martes 8 de noviembre, activistas LGTBI realizaron una protesta ante el Museo de la Fifa, en Zúrich (Suiza), justamente contra eso. También ha habido pronunciamientos contra la violación de los derechos humanos en Qatar, pero desde otros países, como hicieron las hinchadas del Bayern Munich y del Borussia Dortmund, en Alemania.

Rusia

Moscú fue la sede de la Copa del Mundo de 2018. El gobierno de Putin gastó millonadas en la construcción de estadios y en la organización del mundial en general. La cancha más cara de las 12 que hubo en la competición, Sans Petersburgo, demandó mil millones de dólares y su arquitecto fue el japonés Kusho Kurokawa. Papolous, el estudio de arquitectos estadounidense, estuvo involucrado en la edificación de tres estadios: el Rostov, el Fisht y el Kazan Arena (Clarín, 20/6/2018). Por su parte, Gazprom, la petrolera rusa (en cuyo paquete accionario participa la alemana Basf), ha llegado a invertir en la puesta en pie de un estadio que lleva su nombre.

Es difícil saber con exactitud qué grupos capitalistas estuvieron detrás de los negocios del mundial ruso, pues bajo el régimen de Putin prima un hermetismo bastante considerable. Por ejemplo, algunas empresas estatales han construido estadios. Los beneficios en materia de patrocinio y comercio fueron acaparados por la Fifa y diversos pulpos económicos como Adidas, Coca Cola, Gazprom, Wanda Group, Visa, Qatar Airways, Hyundai, Budweiser, Vivo, etcétera (Aden, 29/5/2018).

Mientras los capitalistas se llenaban los bolsillos y el balón giraba en las canchas de la ex Unión Soviética, Putin aprovechó para implementar una reforma jubilatoria (actualmente las pensiones en Rusia son de menos de 300 dólares, lo que obliga a muchos jubilados a continuar trabajando) que elevó la edad de retiro (de 55 a 60 años para las mujeres y de 60 a 65 para los hombres) y para incrementar el IVA (del 18 al 20%). Esto provocó protestas en grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo, en las que hubo cientos de detenidos por la represión putiniana.

Asimismo, al interior del Estadio Olímpico Luzhnikí, mientras Francia y Croacia se enfrentaban en la fase final, cuatro integrantes del grupo punk Pussy Riot irrumpieron en el verde césped disfrazados de policías para protestar contra la represión oficial.

Brasil

El país carioca, que ofició de sede para el mundial 2014, fue testigo de grandes movilizaciones obreras contra el mundial y el ajuste que estaba desenvolviendo el gobierno de la petista Dilma Rousseff. Miles de trabajadores y jóvenes se levantaron contra el gasto de miles de millones de dólares que realizó el Ejecutivo para organizar la competencia. A la par del desfalco, Dilma aplicaba una ofensiva brutal contra la educación, la salud e implementaba un tarifazo en el transporte.

La lucha popular tuvo lugar en alrededor de 50 ciudades, en mayo de 2014. Sao Paulo se convirtió en un verdadero campo de batalla entre los manifestantes y la policía, la cual avanzó en una represión brutal. En Río de Janeiro, al igual que en Sao Paulo, se cortaron las principales vías de tránsito. La lucha callejera fue protagonizada por estudiantes, docentes, choferes y distintos sectores obreros en huelga. En la movilización se colaron reclamos salariales y sindicales en general.

Brasil había asistido a una situación convulsiva. “El lema de los manifestantes, Não vai ter Copa (No va a haber Mundial), ha movilizado hasta a la presidenta de la República, Dilma Rousseff, que se ha tomado en serio la amenaza y ha colocado enseguida en las redes sociales su hastag VaiterCopa (Va a haber Copa)”, señalaba el madrileño El País en un artículo de mayo de 2014.

Sudáfrica

La copa del mundo de 2010 se realizó en Sudáfrica, uno de los países con los índices más altos de pobreza y desigualdad en el mundo. El gobierno sudafricano procedió en ese entonces a realizar desalojos contra migrantes, refugiados y personas sin techo para que los negocios capitalistas vinculados al mundial puedan desarrollarse en esos territorios sin ningún problema. A algunos, por ejemplo, les destruyeron su hogar, sin indemnizarlos. En otras ocasiones, las fuerzas policiales incautaron la mercadería a los vendedores, que a menudo resistieron físicamente contra esa avanzada.

Se trató de una política criminal, ya que una parte muy importante de los obreros sudafricanos, como ocurre actualmente, trabaja en el sector informal. La política del gobierno contribuyó a crear un clima de tipo xenófobo; en algunas provincias hubo ataques y saqueos a comercios que pertenecían fundamentalmente a ciudadanos somalíes y etíopes (Amnesty, 4/5/2010). Todo esto desencadenó protestas; en una de ellas participaron casi 800 personas; fue reprimida por la policía sudafricana con balas de goma, bombas de estruendo y gas lacrimógeno.

La impostura del imperialismo

Los gobiernos de las principales potencias capitalistas del mundo, o sea, los responsables de la guerra y de la barbarie, suelen aprovechar las miserias de otros gobiernos para mostrarse como los defensores de la democracia y de los derechos humanos. Gobiernos como el de Francia o Alemania, que mantienen importantes relaciones económicas y políticas con Qatar, han cuestionado los obreros muertos en la construcción de estadios y la vulneración de los derechos del colectivo LGBTI. Pero en paralelo, acentúan los lazos con la corona para reducir su dependencia de los combustibles rusos. La francesa Total es socia internacional del emirato en el negocio del gas natural licuado. Berlín también suscribió pactos de ese tipo con la monarquía catarí.

Los yanquis chocaron con la Fifa y el emirato, pero en el marco de una disputa gangsteril por la organización de la copa 2022, que incluyó denuncias de sobornos multimillonarios. Al mismo tiempo, sin embargo, tienen acuerdos: Washington posee una base aérea que se encuentra al suroeste de Doha, la capital de Qatar, con la que defiende su influencia en la región.

El problema, claro, no es el mundial de fútbol ni el deporte, sino su transformación en un negociado. La lucha contra los gobiernos capitalistas, tributarios de un régimen social cuya podredumbre ha envuelto al fútbol, está completamente vigente.